La pérdida auditiva, también llamada hipoacusia, es un problema común causado por enfermedad, traumatismo o exposición a ruidos de fuerte intensidad. Cuando está asociada al deterioro auditivo natural asociado a la edad, se denomina presbiacusia. A su vez, cuando supera los 70 dB, se considera sordera.
Los síntomas que ocasiona esta disfunción difieren según la tipología de pérdida auditiva y no siempre consisten en "oír más bajo". Debemos tener en cuenta que el oído actúa como un mecanismo de precisión, y que la audición es un fenómeno muy complejo. Para entenderlo mejor, diferenciaremos tres tipos de pérdida auditiva:
También conocida como perceptiva, popularmente llamada "nervio seco". Se produce en el oído interno por el deterioro de las células ciliadas que conducen los impulsos sonoros hasta el cerebro. Este tipo de pérdida es el más habitual: nos afecta a todos en mayor o menor grado conforme nos hacemos mayores, y afecta principalmente a las frecuencias agudas. Principales síntomas: sensación de oír pero no entender, dificultad al entender voces femeninas o infantiles, problemas en la discriminación del habla ( se confunden consonantes) y al conversar en lugares ruidosos.
También se la conoce como transmisiva. Implica la obstrucción de alguna parte del oído medio o externo. El sonido no se puede transmitir a través del aire, sino que lo hace a través de la vía ósea. Principales síntomas: al ser una pérdida "lineal" en todas las frecuencias, la sensación que produce es "oír más bajo", como si lleváramos tapones en los oídos.
Mixta:
Se produce cuando coexisten pérdida neurosensorial y conductiva. Sus síntomas, por tanto, son una combinación de ambas.
Sea cual sea el tipo de pérdida, lo importante es tratarla lo antes posible para que la solución sea más sencilla y eficaz. Por ello es recomendable realizar una revisión auditiva anual a partir del os 50 años de edad, y siempre que existan indicios o síntomas.
Sea cual sea el tipo de pérdida, lo importante es tratarla lo antes posible para que la solución sea más sencilla y eficaz. Por ello es recomendable realizar una revisión auditiva anual a partir del os 50 años de edad, y siempre que existan indicios o síntomas.
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