Según encuestas recientes, el 25% de los españoles nunca han revisado su audición. Sin embargo, los españoles sí que revisan periódicamente su vista y efectúan chequeos de salud. Se trata pues de un dato sorprendente, ya que una revisión auditiva es una prueba muy sencilla, que no ocasiona molestia alguna, y que permite detectar a tiempo cualquier anomalía y evitar sus consecuencias posteriores.
¿En qué consiste una revisión auditiva? Normalmente, la prueba se inicia con una anamnesis que refleja el historial de cada paciente. A continuación se examinan, ya sea con un otoscopio o mediante una videotoscopia, el canal auditivo externo y el tímpano. Si hasta aquí todo es correcto y no se aprecia ninguna alteración –por ejemplo, una inflamación o un tapón de cerumen- podemos dar paso a la audiometría tonal, donde se valoran tanto la vía aérea como la vía ósea. Por último, se efectúa una audiometría vocal, también llamada logoaudiometría, que tiene como objetivo determinar la capacidad de comprensión de las palabras. Estas pruebas se realizan en una cabina insonora o en una sala totalmente insonorizada, para evitar que el ruido externo las altere. Finalmente, el resultado se representa en un audiograma, donde se refleja la capacidad auditiva de cada paciente.
La prebiacusia, o pérdida auditiva gradual asociada a la edad, es la disfunción más frecuente y se traduce en un audiograma “en cascada” que refleja una caída en agudos. La pérdida de audición conductiva, menos frecuente y causada normalmente por una lesión del oído externo, se traduce en cambio en un audiograma plano. En este video podréis ver cómo se hace una audiometría y cómo se visualizan los resultados en un audiograma.